Si existe un autor difícil de definir o encasillar en un género, ése es J.G.Ballard. Por un lado se le presenta como autor mainstream mientras otros lo catalogan en la oleada de la new wave de ciencia ficción de los 70. Lo que sí está claro es que sus obras, oscuras, distópicas, impactantes, fueron una de las bases que los autores de la generación cyberpunk enarbolaron como parte de su credo. La isla de cemento no es una excepción.
Robert Maitland, arquitecto triunfador, mujeriego y bon vivant, sufre un accidente de tráfico en mitad de las autopistas que surcan el extrarradio londinense y despierta malherido en el solar formado por la encrucijada entre tres de dichas vías. Horrorizado, pronto comprobará que no puede salir en su estado de esa zona, una verdadera isla desierta en mitad de la civilización moderna. Maitland deberá luchar para sobrevivir en un entorno hostil para el que no está preparado, un Robinson que deberá enfrentarse a la isla y, como pronto comprobará, a sus extraños habitantes.
Las autopistas y la arquitectura del extrarradio siempre han sido una obsesión en la obra de Ballard (buena prueba de ello es Kingdom Come, su última novela) como metáfora de los fantasmas del ser humano, su codicia, su obsesión por el control. Lejos de ser un apologista partidario de bucólicas utopias pasadas, Ballard presenta el descenso a los infiernos de su protagonista y demuestra que la línea que separa la cordura de la locura es muy delgada, pero que el espíritu humano puede (y debe) enfrentarse a esos fantasmas si quiere sobrevivir al futuro oscuro que nos aguarda.
Tal vez hoy día, con la omnipresencia de los teléfonos móviles por doquier, suene extraña la situación presentada en el libro, pero no es el caso de principios de los 70, fecha en la que fue escrito. La isla de cemento es uno de los mejores libros de J.G.Ballard, un texto excelente para tomar contacto con uno de los mejores narradores del cuarto final del s.XX.
Las autopistas y la arquitectura del extrarradio siempre han sido una obsesión en la obra de Ballard (buena prueba de ello es Kingdom Come, su última novela) como metáfora de los fantasmas del ser humano, su codicia, su obsesión por el control. Lejos de ser un apologista partidario de bucólicas utopias pasadas, Ballard presenta el descenso a los infiernos de su protagonista y demuestra que la línea que separa la cordura de la locura es muy delgada, pero que el espíritu humano puede (y debe) enfrentarse a esos fantasmas si quiere sobrevivir al futuro oscuro que nos aguarda.
Tal vez hoy día, con la omnipresencia de los teléfonos móviles por doquier, suene extraña la situación presentada en el libro, pero no es el caso de principios de los 70, fecha en la que fue escrito. La isla de cemento es uno de los mejores libros de J.G.Ballard, un texto excelente para tomar contacto con uno de los mejores narradores del cuarto final del s.XX.
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