John Connolly lo ha vuelto a lograr: me ha tenido en vela hasta bien entrada la madrugada para terminar la lectura de uno de sus libros. Como le ocurre a otros escritores que explotan sus personajes en una serie temí que el autor irlandés perdiese fuelle en
Camino blanco, el cuarto libro centrado en las andanzas del detective Charlie "Bird" Paker. Más si cabe cuando Connolly retoma la trama de
Perfil asesino, su anterior título, cuyo final me sorprendió como pocos libros han conseguido esto últimos años. Afortunadamente me equivoqué.
En
Camino blanco el mundo de Charlie Parker da otro giro a la oscuridad cuando acepta seguir la pista de una muchacha desaparecida mientras espera el accidentado juicio del enloquecido predicador Faulkner. El detective recibe entonces la llamada de un abogado amigo suyo que le implora ayuda. Su cliente, un joven negro, ha sido acusado de violar y asesinar a su novia Marianne Larousse, hija de un rico industrial sureño cuya fortuna se remonta a los caciques esclavistas del s.XVIII. Con todo en contra suyo el detective viaja a Carolina del Sur donde se encontrará que pocas cosas han cambiado desde la Guerra Civil. Porque, como sabe bien, los ecos del mal acontecido en el pasado tienen consecuencias trágicas en el presente. Mientras los asesinatos se suceden las visiones de los muertos que claman justicia aumentan a la vez que la oscuridad que rodea al predicador Faulkner se contagia a todos los que entran en contacto con él. Con el tiempo en su contra, Parker intentará recomponer un rompecabezas de sangre, traición y violencia que amenaza con destruir no sólo a los implicados en el crimen sino a todo lo que les rodea. Porque los muertos han encontrado a un oscuro paladín en la figura de una fantasmagórica mujer deformada que surge de los pantanos olvidados para sembrar la muerte y que transita por la senda en la que los reinos de los vivos y los muertos se entrecruzan: el Camino Blanco.
Con esta cuarta novela de su serie el autor irlandés deja que los elementos sobrenaturales que permean en sus anteriores novelas tomen un protagonismo en la trama. Y pese a que resuelve la historia con explicaciones que podrían descartar la presencia de dichas fuerzas el lector sabe que no es así, pero en ningún momento se siente engañado. Esta resolución intenta que los personajes conserven su cordura en el oscuro mundo-colmena que es el universo del autor, un lugar donde todos los actos tienen sus consecuencias y el mal está presente a cada esquina. El mal engrendrado por los peores monstruos: los seres humanos.
Con cada libro Charlie Parker se parece más a otros personajes trágicos tocados por lo sobrenatural (me vienen a la cabeza John Constantine, Harry Dresden e incluso Max Payne), pero ese tinte de lo mágico y lo irreal sirve para darle entidad al personaje sin desprestigiar para nada a la ficción
urban fantasy en que se interna la serie.
¿Qué hacéis que no compráis la serie ya mismo? Y, si podéis, leedlos escuchando alguna de las obras más oscura de Philip Glass (como
Koyaanisqatsi o
The Fog of War) y tendréis el ambiente perfecto para disfrutar de un descenso a la oscuridad.