He retomado la lectura de las andanzas de Charlie Parker, el detective creado por John Connolly, y sigo disfrutando como el primer día con sus desventuras.
En El Ángel Negro encontramos que la vida de Charlie Parker, tras un periodo de relativa calma, va camino de convertirse en un infierno cuando una joven prostituta desaparece en Nueva York. La muchacha es la prima de su amigo Louis, el antiguo asesino a sueldo, quien quiere encontrar y castigar a los culpables. La búsqueda del asesino destapará una sórdida red de tráfico de objetos elaborados con cadáveres...y algo mucho peor. Y mientras los cadáveres se apilan, la vida personal de Parker se está haciendo añicos ante la posibilidad de poder perder a su nueva familia con su obstinación por inmiscuirse en casos violentos. Pero en el mundo-colmena donde la línea que separa a los muertos de los vivos no existe, los eventos del pasado resuenan con fuerza, por muy remotos que sean. Poco a poco el detective empieza a darse cuenta que las figuras en las sombras a las que se enfrenta y que se hacen llamar los Creyentes quizás no son del todo humanos. Su objetivo: buscar y liberar al último de sus hermanos que cayó con ellos tras perder la Guerra contra el Cielo, capturado tras su lucha con un monje. Su nombre: el Ángel Negro.
¿Sectarios y demonios ancestrales en una novela negra? ¡Y que dure! Connolly sigue atrapando al lector con la mezcla de oscuridad a lo El corazón del ángel, rompecabezas y personajes detallados. Una lectura excelente, pero ya he dicho en otras ocasiones que soy un incondicional de esta serie.
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