Chuck Palahniuk es uno de esos autores de los que me fascinan. Su capacidad para compaginar la sátira con el horror sin cambiar de párrafo, sus personajes llevados al límite, su juego continuo con el lector para confundirle, liarle y llevarle de camino a una trampa, hacen de él uno de esos escritores con ideas interesantes (por retorcidas que sean) que ha sabido conservar el norte pese a su tremenda popularidad.
Fantasmas nos pone en la piel de diecisiete personajes que han respondido a un anuncio sobre una colonia de escritores que promete tres meses de retiro tranquilo. El anciano señor Whittier, mecenas del proyecto, y su asistenta la señora Clark, se encierran con los candidatos en un teatro abandonado, reconstruido para la ocasión, y aprovisionados para pasar los tres meses como si se encontrasen en la famosa Villa Diodati. Pero los problemas no tardarán en aparecer cuando el pasado de cada personaje vaya interfiriendo en el estado anímico del grupo, que empezará a complotar contra su benefactor y a decaer en la barbarie y la violencia.
En Fantasmas, el autor juega con multitud de elementos narrativos para contar la historia. Tras cada capítulo de la trama principal le sigue un poema libre sobre uno de los personajes y un cuento escrito por ese personaje, que revela su motivación para unirse a la colonia de escritores. Estas motivaciones varían de lo grotesco a lo absurdo, pero todas ellas cumplen con la función de marcar al personaje como dañado, perdido, en busca de respuesta o huyendo de algo o alguien. El goteo con el que Palahniuk va dejando entrever las motivaciones de los personajes hace que la trama mantenga un misterio mientras el lector ve hundirse a los protagonistas, decididos a que ningún acto es lo suficientemente vil como para lograr escribir la historia que les hará famosos, que les salvará.
Con Fantasmas, el autor construye una sátira sobre la accesibilidad que tiene cualquier persona para ponerse a escribir y lo fácil que es desperdiciar esa oportunidad y cegarse con una vaga promesa de convertirse en una superestrella. Lejos de moralinas elitistas o de que los escritores tienen que ser alguna clase de "elegidos", Palahniuk no ceja de aplicar su humor negro en su vertiente más sádica contra los que creen que basta con no tener escrúpulos y un golpe de suerte para ser escritor.
Fantasmas no es el mejor trabajo del autor, pero me parece un buen libro. Eso sí, los que tengáis el estómago delicado, casi mejor que os abstengáis...
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