Los pueblos de pescadores han dado mucho a la literatura. Comunidades cerradas, muchas veces en decadencia debido a la modernización, son el caldo de cultivo perfecto para narraciones policiacas o de terror. En este ambiente se sitúa La princesa de hielo, la novela que lanzó a la fama a la escritora sueca Camilla Läckberg.
En La princesa de hielo, la escritora Erica Falk ha regresado a Fjällbacka, su pueblo natal, tras la muerte de sus padres. Durante un paseo por el pueblo, un vecino le explica alarmado que acaba de encontrar el cadaver de Alex, la mejor amiga de la infancia de Erica, con signos evidentes de haberse suicidado. La visión del cuerpo de Alex, congelado por las temperaturas invernales, perturba a Erica y la llevará a buscar la verdad detrás de lo sucedido, en especial cuando la policía descubre que se trata de un asesinato. Erica poco a poco irá adentrándose en uno de los oscuros secretos que guarda el apacible pueblo de pescadores, donde nadie es quien dice ser y las intrigas, habladurías y apariencias son el pan de cada día. Por suerte, contará con la ayuda de Patrick Hedström, uno de los agentes de policía encargado del caso,
La mayor virtud de La princesa de hielo es que se trata de una historia que se lee de una sentada y cumple con mantener el interés del lector. Pese a ello, el ritmo es irregular, con alguna parada en el ritmo (en especial en lo referente a la relación de Erica con su hermana) o el hecho de que en más de una ocasión las soluciones que presenta la autora es dejar caer un nuevo personaje generado ad hoc para seguir adelante de forma un tanto brusca. De todos modos, estos inconvenientes no son tan graves para tratarse de una primera novela y el ambiente del pueblo de Fjällbacka, con sus mentiras, sus cuchicheos a escondidas y sus secretos, está bastante logrado.
La princesa de hielo es un libro entretenido, ideal para desconectar y que deja con ganas de seguir leyendo a una de las escritoras más populares de la novela policiaca sueca.
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