La ceremonia de nombramiento de nuevos miembros del Science Fiction Hall of Fame de este año, que tendrá lugar este año el 21 de junio en Seattle, reconocerá el trabajo del escritor William Gibson, el padre del movimiento cyberpunk. ¡Felicidades!
Mucho antes de que fuese conocido en todo el mundo por su papel de médico amargado, borde y cojo, el actor y cómico británico Hugh Laurie ya había demostrado su valía y su visión ácida e irónica. Además, al igual que su colega y compañero de aventuras Stephen Fry, Laurie había hecho gala de su capacidad para triunfar en otros campos alejados de la actuación. Así en 1996 publicó su primera y hasta la fecha única novela.
En primer lugar hay que aclarar que Roma, la novela de la antigua Roma, dista mucho de ser una novela propiamente dicha. Pese a compartir un protagonista múltiple (la familia Pinario) y una ambientación (la ciudad de Roma), Roma, la novela de la antigua Roma es más una recopilación de historias cortas que el escritor Steven Saylor coloca en orden cronológico desde la época de los primeros asentamientos de la región sobre el año 1000 a.C. hasta el periodo de esplendor de César Augusto. El autor parte de las fuentes históricas existentes, en particular del Ab Urbe condita de Tito Livio y, al igual que ésta, crea una ficción narrada en la que explica los diferentes cambios que sufre la que será la ciudad más importante de Europa desde los asentamientos de los primeros colonos hasta la instauración del Imperio. Sin llegar a la erudición y rigurosidad de autores como Colleen McCullough o Robert Graves, el autor recrea de forma amena la vida romana vista a través de los ojos de una familia patricia antigua, que sufrirá las ambiciones y las traiciones de sus pares a lo largo de los periodos más importantes de la historia de la ciudad. De Rómulo a Tarquinio, de los decenvirios al asalto de los galos, de Sila y Julio César a César Augusto, Saylor se toma libertades históricas e incluso paréntesis de años para explicar una historia que en ningún momento se hace pesada o pedante, y que sirve de punto de partida perfecto para todos aquellos que quieran tener una referencia con la que afrontar textos más profundos sobre la historia de una urbe cuyo legado perdura hoy en día.
El problema de la literatura fantástica es que parece hallarse a camino entre dos mundos. Por un lado tenemos la vertiente más popular (término que odio, por cierto), en la que se incluye a la fantasía Tolkieniana o anti Tolkieniana (aunque tenemos exponentes muy anteriores), digamos el sword and sorcery leiberiano, los bárbaros howardianos, la new wave moorcockiana y así ad eternum. Frente a ello, pero defendida a capa y espada por los puristas y "entendidos en literatura" (ejem) está la vertiente clásica, de realidad distorsionada por la imaginación, en la que se han movido incontables autores consagrados que, por el hecho de serlo, se les perdonan estas salidas de fuera del mainstream con tal de hacer incapié en el sentido metafórico que quieren abarcar con sus obras. A esta segunda categoría pertenece Kafka en la orilla, de Haruki Murakami.
Ya se conocen los ganadores de los premios Nébula de este año. El flamante ganador de esta edición ha sido Michael Chabon con El sindicato de policía Yiddish, novela a camino entre el thriller histórico y la ciencia ficción que en muchos países (incluído España) ha sido vendida como un producto más del mainstream en un intento de ocultar los lazos del autor con la "cultura popular" (odio esta expresión) y el mundo de los comics. Chabon es también candidato a los premios Locus de este año, así que con un poco de suerte tendremos otro autor que se consagra (merecídamente) en el siempre atacado campo de la ciencia ficción). Podéis ver la lista completa de los galardones en la página de la revista Locus.