El problema de la literatura fantástica es que parece hallarse a camino entre dos mundos. Por un lado tenemos la vertiente más popular (término que odio, por cierto), en la que se incluye a la fantasía Tolkieniana o anti Tolkieniana (aunque tenemos exponentes muy anteriores), digamos el sword and sorcery leiberiano, los bárbaros howardianos, la new wave moorcockiana y así ad eternum. Frente a ello, pero defendida a capa y espada por los puristas y "entendidos en literatura" (ejem) está la vertiente clásica, de realidad distorsionada por la imaginación, en la que se han movido incontables autores consagrados que, por el hecho de serlo, se les perdonan estas salidas de fuera del mainstream con tal de hacer incapié en el sentido metafórico que quieren abarcar con sus obras. A esta segunda categoría pertenece Kafka en la orilla, de Haruki Murakami.
Kafka Tamura es un muchacho de 15 años, cuya parte oscura pugna por salir en un entorno desagradable. Su madre le abandonó cuando tenía 8 años y se llevó a su hermana con ella. Su padre le odia hasta el punto de que le ha convencido que sobre él pesa la maldición de Edipo. Así que Kafka decide marcharse de casa poco antes de que su padre sea brutalmente asesinado, crimen del que el muchacho tiene dudas sobre si ha podido cometerlo él mismo. Por otro lado Nakata, un anciano discapacitado que tiene el don de habla con los gatos, se pone en marcha en una búsqueda que él mismo desconoce, guiado por fuerzas que no puede entender. Sus vidas se cruzarán camino a la antigua biblioteca de Takamatsu y de la señora Saeki, quien hace años perdió la voluntad de vivir.
Es difícil definir Kafka en la orilla. Los temas centrales son la búsqueda de la identidad, el libre albedrío contra el destino, la tragedia en su sentido clásico y, por encima de todo, la metáfora como elemento onírico transformador. Este choque de temas hace que el autor tenga que otorgar, en un intento de dar profundidad a la narración, personalidades a veces artificiales a unos personajes que reflexionan sobre el sentido de la vida como si de grandes filósofos se tratase. El tono surrealista y fantasioso de la novela se acentúa a medida que avanza la misma, hasta desaparecer cualquier muestra de lo real. Ése es otro problema del libro. El autor toma el pretexto de lo fantástico como una carta blanca para que el texto pierda coherencia, guiando a los personajes con algún que otro recurso facilón sacado de la manga y más de un deus ex machina. De todos modos, pese a estos defectos y al ritmo lento del libro en más de un capítulo, Kafka en la orilla es una novela interesante y recomendable para todos aquellos que tengan curiosidad por adentrarse en la literatura japonesa moderna, aunque ni mucho menos se merecía el Premio Mundial de Fantasía que se le otorgó.
El escritor japonés, convertido en uno de los iconos populares de la nueva literatura de su país con novelas como Tokio Blues o La caza del carnero salvaje, se ha ganado el respeto de crítico y público con esta novela y, sin lugar a dudas, seguirá dando de qué hablar durante muchos tiempo.
Kafka Tamura es un muchacho de 15 años, cuya parte oscura pugna por salir en un entorno desagradable. Su madre le abandonó cuando tenía 8 años y se llevó a su hermana con ella. Su padre le odia hasta el punto de que le ha convencido que sobre él pesa la maldición de Edipo. Así que Kafka decide marcharse de casa poco antes de que su padre sea brutalmente asesinado, crimen del que el muchacho tiene dudas sobre si ha podido cometerlo él mismo. Por otro lado Nakata, un anciano discapacitado que tiene el don de habla con los gatos, se pone en marcha en una búsqueda que él mismo desconoce, guiado por fuerzas que no puede entender. Sus vidas se cruzarán camino a la antigua biblioteca de Takamatsu y de la señora Saeki, quien hace años perdió la voluntad de vivir.
Es difícil definir Kafka en la orilla. Los temas centrales son la búsqueda de la identidad, el libre albedrío contra el destino, la tragedia en su sentido clásico y, por encima de todo, la metáfora como elemento onírico transformador. Este choque de temas hace que el autor tenga que otorgar, en un intento de dar profundidad a la narración, personalidades a veces artificiales a unos personajes que reflexionan sobre el sentido de la vida como si de grandes filósofos se tratase. El tono surrealista y fantasioso de la novela se acentúa a medida que avanza la misma, hasta desaparecer cualquier muestra de lo real. Ése es otro problema del libro. El autor toma el pretexto de lo fantástico como una carta blanca para que el texto pierda coherencia, guiando a los personajes con algún que otro recurso facilón sacado de la manga y más de un deus ex machina. De todos modos, pese a estos defectos y al ritmo lento del libro en más de un capítulo, Kafka en la orilla es una novela interesante y recomendable para todos aquellos que tengan curiosidad por adentrarse en la literatura japonesa moderna, aunque ni mucho menos se merecía el Premio Mundial de Fantasía que se le otorgó.
El escritor japonés, convertido en uno de los iconos populares de la nueva literatura de su país con novelas como Tokio Blues o La caza del carnero salvaje, se ha ganado el respeto de crítico y público con esta novela y, sin lugar a dudas, seguirá dando de qué hablar durante muchos tiempo.
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